Si nos atenemos a lo que se dice desde la Exposición Universal de Aichi, el futuro va a ser estupendo. Tecnología y naturaleza se dan la mano bajo el lema "La sabiduría de la naturaleza" para ofrecernos una visión maravillosa del mañana.
Es un viejo tema este: Tecnología es progreso. Y el progreso, por definición, es "hacia delante". De modo que avanzar tecnologicamente significa, según esta lógica, hacer un mundo mejor.
Permíteme que te cuente una historia quizás un poco vieja, pero creo que ilustrativa:
El Londres de 1851 resplandecía ante el mundo como una joya. Y engastado en ella, como un diamante de 300.000 facetas, estaba el Cristal Palace.
Se estaba celebrando la que sería la primera Exposición Universal, y una nueva era parecía abrirse ante los ojos fascinados de la humanidad. La ciencia, la tecnología, la industria y el arte exponían sus maravillas, y mostraban cómo sería el mundo del futuro.
Un futuro resplandeciente, movido por la fuerza irresistible del vapor, donde el hombre ya no sería esclavo del trabajo. Las máquinas servirían a la humanidad, que podría dedicar sus esfuerzos a la ciencia, la cultura y el arte. Un futuro ilustrado, de paz y belleza universal.
La tecnología nos haría libres.
Pero el camino de la revolución industrial fué otro. Las máquinas, en vez de liberar del trabajo, llevaron a los hombres al paro y la misera. En vez de hacer nacer una generación de artistas y sabios, crearon un lumpen de misera embrutecida. Algunos decía que sería una reacción temporal y que, cuando pasase, todo sería mucho mejor. Aún tenían esperanzas. Tenían fé en la máquina.
Pero todos los sueños acabaron estrepitosamente.
La primera guerra mundial (Entonces "la Gran Gerra") mostró el lado más perverso y siniestro de este sueño convertido en pesadilla. Todos los avances de la ciencia fueron puestos al servicio de la guerra. Una guerra de trincheras, barro y crueladad. Obuses, aeroplanos, gases, máquinas. Todos ellos se volcaron hacia el fín supremo de la muerte y la destrucción. Una generación fué aniquilada, física y moralmente.
Cuando terminó, se le llamó "la guerra que acabaría con todas las guerras". Su horroroso e imborrable recuerdo serviría para que nunca más permitiéramos que se repitiese algo así.
Pero, supongo, la memoria humana es frágil. La segunda guerra mundial fué aún peor. Inimaginablemente peor.
Los mayores logros de la tecnología fueron aplicados de nuevo a ella, añadiéndole la brutal eficiencia de la nueva era.
La producción en cadena, que abarata costes aumentando el rendimiento, también demostró su utilidad: Si los "bombardeos en alfombra" arrasaban una ciudad en una noche, los campos de exterminio fueron la muestra más horrorosa del asesinato masivo, planeado, sistemático y eficiente.
La bomba atómica puso un espectacular punto y final a la guerra. Y también puso en el punto de mira a los científicos: Ellos la habían diseñado. Ellos lo habían permitido.
Muchos responsabilizaron a la ciencia de todo ese horror. Y no creo que nadie pueda culparles por ello. La ciencia que nos había prometido felicidad, libertad y paz había servido para la muerte, la esclavitud y la guerra.
No. Si algo nos hace libres, no será la tecnología.
La tecnología puede realmente ayudarnos a romper nuestras cadenas, pero también puede forjar unas más pesadas.
Si algo nos hace libres, seremos nosotros mismos.
No lo olvidemos.
Cuenta San Agustín, en su "De Civitate Dei":
Eleganter enim et ueraciter Alexandro illi Magno quidam comprehensus pirata respondit. Nam cum idem rex hominem interrogaret, quid ei uideretur, ut mare haberet infestum, ille libera contumacia: Quod tibi, inquit, ut orbem terrarum; sed quia ego exiguo nauigio facio, latro uocor; quia tu magna classe, imperator.
Claro, quizás no se entiende muy bién, porque San agustín escribía en latin (Que queda mucho más serio, pero es más dificil de leer). Pero viene a decir lo siguiente:
Una respuesta justa e ingeniosa dio a Alejandro Magno un pirata a quien habían hecho prisionero. Al preguntarle el rey por qué tenía que causar estragos en el mar, le repuso con libre audacia: Y tú, ¿por qué tienes que causar estragos en el mundo? Porque sólo tengo un pequeño navío, me llaman pirata; tú, que tienes una gran flota, te llamas emperador.
Es de suponer (San Agustín no dice nada al respecto) que la chulería le costó al pirata su cabeza, o algo peor. Pero, eso sí, nadie puede negar que tenía la razón de su lado.
¿Recuerdas aquel post sobre el misterio (ma non troppo) del Sputnik de Montalcino?
Si te gustan ese tipo de misterios, casualmente he encontrado a través de este post de la interesante Girl in Black (¿a que mola el nombre de ese blog?) una página italiana donde exponen una montaña de casos de ovnis y otros misterios en cuadros antiguos:
Se llama "ARTE E UFO?" y está muy currada, con muchos ejemplos de obras "inexplicables" perfectamente explicadas.
Dice Alberto Ruiz Gallardón, alcalde de Madrid por la gracia de las urnas:
Nosotros tenemos nuestros criterios en relación con la ley y ese criterio lo marcamos en las votaciones que se producen en el Congreso de los Diputados y en el Senado, pero, una vez que las Cortes Generales aprueban la ley, es una ley y es vinculante.
Lo que, traducido y contextualizado, viene a decir ago así como: "Lo de los matrimonios homosexuales no me mola nada, pero pienso cumplir con mi cargo y el deber que tengo con los que me han votado y casarlos cuando me toque".
Al señor Gallardón, por disciplina de partido y por (supongo) convicciones personales, no le parece bién eso de que se casen hombres con hombres y mujeres con mujeres. Opinión que puede ser discutible (y discutida), pero que no hace a este señor menos respetable. Pero es que, además, este alcalde acepta que está en ese cargo por virtud de la democracia para ejercer una serie de tareas, entre las que está la de casar a hombres con hombres y mujeres con mujeres. Y, por tanto, va a cumplir con esas tareas. Aunque no le guste.
Lo cual, tal como está el panorama político en general, es como para darle un beso.
Resulta triste, pero es así: El que un político piense cumplir su deber es una noticia digna de ser publicada en un blog.
Si hasta me cae bién este tipo y todo...
Ten en cuenta esta ley universal:
Salvo clientelismos y otros pufos, para que un alcalde te caiga bién es condición necesaria que no sea el alcalde de tu propia ciudad.
Son las cinco de la mañana y, en realidad, no es insomnio, supongo. Porque sueño, lo que es sueño, sí que tengo.
¿Cómo se llama a cuando tienes sueño pero no puedes dormir?
Pues eso.