Estás triste -Dijo en tono ansioso el Caballero-; permÃteme entonar una canción para consolarte.
- ¿Es muy larga? -preguntó Alicia, porque ya habÃa escuchado una buena dosis de poesÃa ese dÃa.
- Es larga -dijo el Caballero-, pero es muy, muy hermosa. A todos los que me escuchan entonarla... o les trae lágrimas a los ojos o...
- ¿O qué? -dijo Alicia, porque el Caballero se habÃa interrumpido bruscamente.
- O no, como sabes.
A través del espejo - Lewis Carroll (Traducción de Jorge A. Sánchez)
No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pedirÃa un pan, sino que pedirÃa medio pan y un libro.
(Federico GarcÃa Lorca)
Al Fuckowski, por mandarme su libro "Fuckowski, memorias de un ingeniero". La cosa tuvo su gracia: Empezó escribiéndome en la lÃnea de "me cago en la leche que te han dao" (pero en plan cachondeo, no me malinterpretes) porque me confundió, por mi verbo florido y lenguaje ocurrente, con una especie de troll que le dió la brasa hace tiempo. Y acabó mandándome por correo su libro. Me llegó el otro dÃa (dedicado) y lo leÃ, de una sentada, esa misma noche.
Y al Kata, que tuvo la fortuna de encontrar en una librerÃa de viejo el libro "Que difÃcil es ser dios" en la descatalogadÃsima edición de Acervo y, sabedor de que adoro a los Strugatski y no cediendo al justo y lógico impulso de quedarselo para sà (he de confesar que no creo que yo lo hubiera hecho en su lugar) me lo regaló (bajo la innecesaria promesa de presatarselo algún dÃa).
SÃ, ya lo sé: Tengo una suerte que no me la merezco.
Descubro por RinzeWind que el autor de ciencia ficción Robert J. Sawyer tiene un blog (sÃ, el el tipo de la derecha), y de que ha publicado una curiosa mini-guÃa titulada What to do if an alien shows up in your living room, que significa algo asà como "Qué hacer si un alenÃgena se presenta en tu salón".
Claro que, como Sawyer es canadiense, su post está en inglés. Y como el Rincewind es un tipo polÃglota y respetuoso con las fuentes, ha copiado el texto en su idioma original.
Personalmente, he preferido tirar de traductor automático y mi limitado sentido común para elaborar una traducción aproximada (disculpame los probables errores):
Primero, en las consagradas palabras de la GuÃa del Autostopista Galáctico: "No se asuste".
El AlienÃgena que hay ante ti evolucionó en algún otro sitio. Eso significa que su bioquÃmica no es como la de los organismos terrestres - asà que no tienes que preocuparte de ser comido; no podrÃa digerirte a ti más de lo que tú podrÃas digerir la arena.
Además, es aún menos probable que un alienÃgena te encuentre sexualmente atractivo de lo que podrÃas ser atraÃdo por la vista de un calamar. De hecho, eres probablemente la cosa más terriblemente fea que ese alienÃgena ha visto jamás - por lo que tampoco hay necesidad de preocuparse por salvaguardar tu virtud.
Finalmente, recuerda que desplazarse entre planetas cuesta una cantidad ingente de energÃa, y dinero para los costes energéticos, en cualquier lugar del universo. No hay objeto material o recurso natural en la Tierra que al alienÃgena no le resultase más barato sintetizar en su lugar de origen en vez de venir a buscarlo aquÃ. La única razón para viajar entre los mundos es tener acceso a lo inmaterial: Otras culturas, otros puntos de vista, otras formas de arte.
De modo que relájate, pon un buen CD, y disponte tranquilamente a intentar comunicarte. El alienÃgena seguramente no utilizará un lenguaje hablado - podrÃa usar una lengua de signos, patrones cambiantes de coloración de la piel, o cualquier otro entre incontables métodos. Pero el hecho de que vino aquà cuando nosotros no tenemos la tecnologÃa para ir a su mundo significa que tiene una tecnologÃa superior a la nuestra. El alienÃgena tendrá sin duda una pequeña computadora en su persona, que observará lo que haces y actuará traduciendo entre tus palabras habladas y el lenguaje del alienÃgena.
Acumula un vocabulario de sustantivos y verbos señalando cosas y mostrando acciones mientras dices las palabras apropiadas en voz alta. Sé cortés y paciente - aunque es cierto que el alienÃgena es el que está en una tierra extranjera, tú eres el Embajador de Buena Voluntad de todos nosotros. Haznos sentir orgullosos.
No me negarás que es una guÃa que conviene tener a mano...
Por cierto, me sumo a la recomendación de RinzeWind de que leas la novela de Sawyer "El experimento terminal".
Puesto que no somos inmortales todo lo que decimos acerca de la muerte ha de ser, necesariamente, profético
Jorge Luis Borges: 23 de agosto de 1899 - 14 de junio de 1986.
Hoy se cumplen 20 años de su muerte.
Al contrario de aquello que te conté una vez, este relato sà es suyo. Sirva de homenaje:
Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropÃa, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito *) están abiertas dÃa y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquà ni el bizarro aparato de los palacios, pero sà la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la Tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridÃcula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volvÃ, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se habÃa puesto el Sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habÃan reconocido. La gente oraba, huÃa, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, creo, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madre; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.
El hecho es que soy único. no me interesa lo que un hombre pueda transmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Las enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espÃritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprendiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los dÃas son largos.
Claro que no me faltan distracciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerÃas de piedra hasta rodar al suelo, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. ( A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del dÃa cuando he abierto los ojos.) Pero de tantos juegos el que prefiero es el del otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decÃa yo que te gustarÃa la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reÃmos buenamente los dos.
No sólo he imaginado esos juegos; también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes. La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerÃas de piedra gris he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Esto no lo entendà hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado Sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el Sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.
Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerÃas de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensangriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galerÃa de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegarÃa mi redentor. Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oÃdo alcanzara todos los rumores del mundo, yo percibirÃa sus pasos. Ojalá que me lleve a un lugar con menos galerÃas y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?
El Sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba un vestigio de sangre.
- ¿Lo creerás, Ariadna? - dijo Teseo -. El minotauro apenas se defendió.
* El original dice catorce, pero sobran motivos para inferir que en boca de Asterión, ese adjetivo numeral vale por infinitos
El relato "La casa de Asterión" aparece en el libro "El Aleph" (1949), y yo lo he copiado (y editado algún detalle), a partir de Apocatastasis