Psicofonías

(algo así como el blog de Psicobyte)

Mejor estar un poco enfermo

Vale: El título de este post suena bastante estúpido: ¿Desde cuando es bueno estar enfermo, aunque sea un poco? Dame algo de tiempo, porque tengo que empezar desde el principio, y te lo explico.

Las enfermedades genéticas son muy poco frecuentes, porque la selección natural es implacable.

Míralo de este modo:

Si una persona tiene alguna enfermedad genética, tiene más probabilidades de morir (o de vivir en "peores condiciones") y, por tanto, esos genes que portan la enfermedad tienen menos oprtunidades de pasar a la siguiente generación.

Los genes que perjudican a sus portadores, como los marineros que destrozan su propio barco, no tienen muchas probabilidades de llegar a buén puerto.

Si la enfermedad es grave, en unas pocas generaciones será eliminada de prácticamente toda la población. Si es más benigna, podría tardar mucho más.

Esto no es exactamente cierto. Es muy dificil que una mutación se elimine competamente de una población: Casi siempre queda un pequeño remanente en individuos dispersos. Pero, a efectos prácticos de este post, podemos hablar de que se elimina "completamente".

Esto que parece tan evidente y que he explicado tan sucintamente tiene algunas escepciones que conviene matizar:

Primero: Algunas enfermedades se manifiestan despues de pasado el periodo de fertilidad del individuo (o sea, en la vejez). La selección natural es "ciega" en estos casos porque, al ser afectado después de tener descendencia, no hay nada que impida que esos genes se transmitan de generación en generación.

Y, sin embargo, hay algunas interesantes enfermedades que, aunque actuan a partir de una edad temprana, se mantienen en el acervo genético de algunas poblaciones (y luego, como bonus, veremos el porqué de este "algunas").

Una de estas enfermedades (y la causa de que esté escribiendo este artículo) es la talasemia.

La talasemia es una enfermedad genética, en la que un gen produce una proteína "defectuosa" que provoca que se produzcan menos glóbulos rojos, que estos sean menos eficientes y, encima, duren menos.

Además, tiene una serie de efectos colaterales, como la acumulación de hierro en varias partes del organismo como el hígado y el bazo, deformidades óseas, insuficiencia en el crecimiento...

La mala noticia es que se trata de una enfermedad con un alto índice de mortandad.

Pero, esta vez, hay un par de noticas buenas:

La primera es que la talasemia, tal como la he descrito, es la llamada "Talasemia mayor", y se manifiesta solo en individuos homocigóticos (es decir, en los que tienen dos copias del gen "defectuoso"). Los individuos heterocigóticos (que tienen una sola copia "defectuosa") no tienen casi problemas: La "talasemia menor" consiste apenas en algo de anemia (sus glóbulos rojos son más pequeños).

Salvo casos de ciertas enfermedades como el síndrome de Down, y con la excepción de algunos genes ubicados en los cromosomas sexuales (X e Y), todos tenemos dos copias de cada gen: Uno heredado de nuestro padre y el otro de nuestra madre. Cuando estos dos genes son iguales, decimos que el individo es "homocigótico" para ese gen. Cuando son distintos, decimos que es "heterocigótico".

Como ya he dicho antes, la selección natural es implacable: Una enfermedad genética que solo se manifestase en su estado heterocigótico tardaría más en ser eliminada del acervo genético, pero lo sería con el suficiente tiempo.

Pero la talasemia (y esta es la segunda buena noticia) tiene un ventaja de su parte: Confiere cierta protección contra la malaria.

Es decir: Un individuo que tenga aunque sea un solo gen de la talasemia está más protegido contra la malaria que otro que no tenga ninguno.

De modo que la cosa queda así: En un lugar donde abunde la malaria lo mejor es tener un solo gen de la talasemia, porque estarás protegido de la malaria, y no padecerás la talasemia.

Sin embargo, tus hijos estarán jugando a una arriesgada lotería: Aquellos que hereden una sola copia del gen estarán en la misma situación afortunada que tú, pero los que hereden dos copias o no hereden ninguna habrán tenido mala suerte en esta "ruleta rusa genética". Los primeros padecerán la talasemia, y los segundos se la jugarán ante la malaria.

En, por ejemplo, el norte de Europa, no se dá la malaria. Allí la talasemia no ofrece ninguna ventaja a su portador, por lo que es una enfermedad extremadamente infrecuente. En el sur de Europa, sin embargo, se ha dado mucho más la malaria históricamente. Y allí la talasemia es relativamente frecuente.

La malaria la provoca Plasmodium, un parásito unicelular que se transmite de enfermos a sanos a través del mosquito Anopheles. Este mosquito necesita un clima húmedo y cálido, de ahí que se dé más esta enfermedad en ciertas regiones que en otras.

Estar un poco enfermo es, evidentemente, mejor que estar muy enfermo.

Pero como hemos visto (y con esto queda explidado el título de este artículo), en ciertas condiciones muy concretas, también es mejor que no estar nada enfermo. La pequeña protección que la talasemia ofrece ante la malaria es la razón de que esta enfermedad haya sobrevivido hasta hoy día.

Y, para confesar la razón por la he escrito este post, una nota final: Esta ventaja ante la selección natural es la culpable de que, en el cóctel genético de una preciosa y encantadora amiga mía, exista una (y solo una, afortunadamente) copia de un gen que hace que su sangre sea un poco más ineficiente a la hora de transportar oxígeno.

Al menos, puede sentirse un poco más segura que los demás frente a la malaria.

Este post se lo dedico, evidentemente, a mi talasémica favorita.

Redacción: Mis vacaciones

Si, creo que ya lo he dicho más de una vez: Todo en la vida viene con fecha de caducidad. Y las cosas buenas (como, por ejemplo, las vacaciones) más aún.

Ya ha pasado más de un mes desde el último post: Me prometí unas vacaciones off-line y lo he cumplido.

Alguien me dijo hace pocoque ahora me tocaba blogear mis vaciones: Algo así como la redacción que, de pequeño, te pedían en el colegio al mempezar el curso.

De modo que vamos allá:

Li y yo salimos mochila y tienda de campaña al hombro y nos subimos en un autobús para Ribadesella (Asturies), vía Madrid. Eso son unos ochocientos kilómetros, más o menos. Más horas de autobús de las aconsejables en cualquier caso.

Nuestra tienda en el camping

Allí nos albergamos en un pequeño y económico camping al que, como es lógico, solo íbamos a la hora de dormir.

Son muchas y variadas las cosas que puede hacer un turista en Asturias, e incluyen, por ejemplo, las siguientes:

Paseos a caballo.

Caballos

Pasear a caballo era una de las cosas que le había prometido a Li para este verano, y al final lo hicimos por los alrededores de Ribadesella. Si nunca has tenido demasiada experiencia con caballos, ahí van algunos datos de interés:

Pese a que en las películas de vaqueros los indios disparaban flechas desde sus monturas, tomar fotografías desde un caballo en movimiento es una maniobra bastante más compleja de lo que, en principio, pudiera parecer.

Cuando un caballo trota, el jinete pasa más tiempo en el aire que sobre la silla.

Los caballos que se usan para pasear turistas son extremadamente dóciles y gobernables, siempre que sigas el camino que ellos quieren seguir.

Sidra.

Psicobyte bebiendo

La sidra es la bebida más famosa de Asturias.

Y, supongo, no hay nada más que comentar.

Canoas.

Psicobyte, en canoa

El descenso del río Sella es una de las competiciones de canoas más conocidas del país. El equivalente turístico es uno de los llamados deportes de aventura consistente, a grandes rasgos, en que unos tipos te llevan en coche río arriba, te meten en una canoa, y te dicen: "Dentro de quince kilómetros te recojemos". A resultas de lo cual tú te pasas cinco horas dándole al remo.

He notado un curioso efecto de las canoas:

Los miopes que tratan de hacer el descenso del Sella con sus gafas puestas, y no usan ninguno de los adminículos que se venden para evitar que estas se alejen de su posición supranasal habitual, tienen un alto porcentaje de posibilidades de que, al volcar la canoa en un recodo particularmente dificil, estas acaben derfinitivamente perdidas en el fondo del río y, previsiblemente, camino del mar cantábrico.

En el caso de que seas miope y lleves tus gafas sin el antedicho adminículo, te puedo dar otro consejo: Si ves un par de indicadores que dicen, respectivamente: "Ruta peligrosa" y "Ruta alternativa", deberías tomar la segunda opción.

Esta es la razón por la que, en la fotografía de arriba, no llevo las gafas puestas.

Afortunadamente, tengo unas gafas de sol graduadas, que me han hecho el apaño. Aunque con el handicap de que anochecía antes para mí que para el resto de la gente.

Al margen de este pequeño incidente, el "paseito" en canoa fué realmente espectacular. Es agotador, pero merece la pena.

Incluso cuando comenzó a llover torrencialmente y no se podía ver a través de la cortina de lluvia.

Covadonga, Cangas de Onís y la Cristiandad (Con mayúsculas).

Don Pelayu, asentando la cristiandad

Los que gustan del nacionalismo tadicional, católico y legendario, suelen tener en muy alta estima al señor que, mirando al horizonte con gesto adusto, aparece en la foto de arriba.

El tipo en cuestión es Don Pelayo, quién, según cuentan, con la cruz en ristre venció a un impresionante ejercito de infieles en la batalla de Covadonga, allá por el 722 A.D. con la inestimable ayuda de La Virgen (lo que le valió la elevación de un santuario en una cueva cercana).

El caso es quedicen que, tras esta victoria, Don Pelayo comenzó en Cangas de Onís lo que sería el origen de la Cristiandad Española y el germen de la Reconquista.

Por supuesto, esta es la versión cristiana de los hechos. Las fuentes musulmanas no registran ninguna gran batalla, ni la ulterior instauración de un reino cristiano y solo mencionan a "treinta asnos salvajes".

Picos de Europa: Los lagos de Covadonga.

Vacas en los Lagos de Covadonga

Si contúas ascendiendo las montañas y dejas atrás santuarios y parafernalias cristianas, llegas al escepcionalmente bién cuidado Parque Nacional Picos de Europa y, más concretamente, a los lagos de covadonga. Paisajes espectaculares, vacas, antiguas explotaciones mineras, vacas, fauna, vacas, flora y, por supuesto, vacas por todas partes.

Dinosaurios.

Huella de dinosaurio junto a pie de Psicobyte

Toda esa zona es conocida como "la costa de los dinosaurios", por la gran cantidad de icnitas que se han encontrado en sus acantilados.

Algunas (como la de la imagen de arriba) son de un tamaño razonable. Otras, de grandes vegetarianos, son bastante mayores. Tanto que un Psicobyte puede sentarse dentro de ellas.

Aprovechando el tirón de las huellas esas, y como los dinosurios molan, los asturianos han montado en Colunga el Museo del Jurásico de Asturias (MUJA), cuya silueta vista desde el aire imita una de estas icnitas pero, desde tierra, parece un gigantesco wonderbra.

Dentro puedes encontrar lo normal en este tipo de museos: Piedras, fósiles, moldes de las huellas ya mencionadas, gigantescos esqueletos montados (Incluida una pareja de Tyranosaurus dedicados a actividades ínimas) y reconstrucciones de dinosaurios.

Fascinante.

El Cantábrico.

Li paseando por las rocas

para un tipo tan mediterráneo como yo, las mareas del mar cantábrico resultan francamente espectaculares.

Después de tantos kilómetros, y daodo que Li es tremendamente aficionada al mar, es evidente que debíamos pasar nuestro día de playa y remojarnos un poco (el agua no está tan fría como era de esperar), recoger conchas, mirar bichos, y todas esas cosas que se suelen hacer en estos casos.

Y se acabó

Li y el equipaje

Después de gastarnos un dineral en comprar los consabidos recuerdos para familiares y amigos, y aún más cargados de equipaje de lo que habíamos salido, tomamos un autobús para Madrid. Tras la experiencia del viaje de ida, habíamos decidido hacer el regreso en dos fases: Haciendo un día de parada en Madrid para descansar en un hostal y aprovechar para hacer una visita al Zoo (Li quería ver los delfines, yo quería ver los osos).

No deja de tener su gracia: Tuve que regresar a Madrid para ver al animal emblemático de Asturias, el oso pardo (Ursus arctos).

Y esto es, más o menos, todo.

Mi segunda quincena de vacaciones la he empleado, básicamente, en tumbarme en la cama y dedicarme a eso que los italianos llamaron, tan descriptivamente, Il dolce far niente.

Ahora estoy de nuevo en el trabajo, de regreso al día a día.

Si, creo que ya lo he dicho más de una vez: Todo en la vida viene con fecha de caducidad. Y las cosas buenas (como, por ejemplo, las vacaciones) más aún.

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