Dicen que todo el mundo está a seis grados de separación de todos los demás. Lo dificil, claro está, es dar con la ruta concreta que te conecta con alguien.
Pues, por favor:
Si alguien conoce a alguien que conozca a alguien que conozca al tipo que está concursando actualmente en el programa de televisión "Cifras y Letras", que le diga que, el puñetero "todo por la parte" que lleva dos semanas estrellándosele es la Guía de orquesta para jóvenes, de Benjamin Britten.
Y si nó, ya sabes. Pasalo. Alguien tiene que conocer a ese tipo.
¿Crees que llegará a él? No dejaría de tener su gracia. Si alguien sigue este aviso, que vayan anotando los pasos, para ver si nos enteramos de la ruta que siguió...
Hace unos 35.000 años, los mamuts se paseaban tan felices por los arededores de lo que mucho después sería Granada.
Pero, como lo bueno nunca dura demasiado, se les acabó la glaciación y decidieron que hacía demasiado calor y que lo mejor sería irse a tierras más nórdicas, que allí seguro que estaban más cómodos.
Y se fueron.
Pero, esta semana pasada, se han planteado muy seriamente volver por aquí. Visto lo visto.
El 27 de Enero de 1832 nació Charles Lutwidge Dodgson. Aunque quizás te suene más su seudónimo: Lewis Carroll.
La Oruga y Alicia se estuvieron mirando un rato en silencio: por fin la Oruga se sacó la pipa de la boca, y se dirigió a la niña en voz lánguida y adormilada.
--¿Quién eres tú? --dijo la Oruga.
No era una forma demasiado alentadora de empezar una conversación. Alicia contestó un poco intimidada:
--Apenas sé, señora, lo que soy en este momento... Sí sé quién era al levantarme esta mañana, pero creo que he cambiado varias veces desde entonces.
--¿Qué quieres decir con eso? --preguntó la Oruga con severidad--. ¡A ver si te aclara contigo misma!
--Temo que no puedo aclarar nada conmigo misma, señora --dijo Alicia--, porque yo no soy yo misma, ya lo ve.
--No veo nada --protestó la Oruga.
--Temo que no podré explicarlo con más claridad --insistió Alicia con voz amable--, porque para empezar ni siquiera lo entiendo yo misma, y eso de cambiar tantas veces de estatura en un solo día resulta bastante desconcertante.
--No resulta nada --replicó la Oruga.
--Bueno, quizás usted no haya sentido hasta ahora nada parecido --dijo Alicia--, pero cuando se convierta en crisálida, cosa que ocurrirá cualquier día, y después en mariposa, me parece que todo le parecerá un poco raro, ¿no cree?
--Ni pizca --declaró la Oruga.
--Bueno, quizá los sentimientos de usted sean distintos a los míos, porque le aseguro que a mi me parecería muy raro.
--¡A ti! --dijo la Oruga con desprecio--. ¿Quién eres tú?
Con lo cual volvían al principio de la conversación. [...]
Y para celebarlo aquí tienes un par de regalos, gracias a la gentileza de escolar.com: Aquí tienes para descargarte Alicia en el país de las maravillas y A través del espejo.
Hoy también cumple años nada menos que la bombilla. Patentada por Edison el 27 de Enero de 1880 (aunque, según sus notas de laboratorio, la inventó el 21 Noviembre de 1879).
Hoy es el cumpleaños de Amaya. La misma de la que ya te hablé hace un año aquí y, más recientemente, aquí.
El Ark ya la ha felicitado, porque es un tipo muy apañado para esta clase de cosas.
Pero como yo no lo soy tanto y, además, no se me ocurría qué decirle, he decidido escribir un programita para que tú hagas el trabajo por mí, y le envíes una felicitación que le llegará por correo electrónico:
Es un hecho que no por habitual deja de ser interesante: El hombre parece sentir una necesidad compulsiva de marcar hitos en su pasado, de atomizar la existencia, dividirla en secciones claras y definidas. Quizás para que sean más digeribles.
Por ejemplo: La Edad Media dió paso al Renacimiento exactamente el 29 de Mayo de 1453, con la caída de Constantinopla ante los ejercitos turcos.
Y, sin embargo, para la mayoría de la gente (con la notable excepción de los propios ciudadanos de Constantinopla, claro), el día anterior a la victoria turca fué exactamente igual al siguiente. Los campesinos salieron a labrar sus campos como lo habían hecho ayer, los pintores siguieron los cuadros que tenían a medio terminar si cambiar su estilo, en los monasterios rezaron las mismas oraciones (escepto en la catedral de Santa Sofía, evidentemente), y los navegantes no cambiaron su rumbo.
De hecho, los cien años anteriores se diferenciaron muy poco de los cién siguientes. Nadie pareció apercibirse de que entraban en una nueva era.
No digo con este ejemplo que el Renacimiento fuese igual que la Edad Media. Si no que el cambio fué lento, suave, a lo largo de mucho tiempo, y que es imposible establecer una frontera definida.
Pero nos gusta poner límites claros. Nos ayuda pensar que hasta aquel día el mundo era uno, y el siguiente ya era otro.
De igual modo nos gusta celebrar cumpleaños: Decir "Ya soy un año más viejo que ayer", cuando solo eres un día mayor. Sabes, en realidad, que no es cierto. Pero, supongo, te sirve para aclarar conceptos.
Toda esta tontería pseudofilosófica viene a que, ayer, Li y yo celebramos el primer aniversario de nuestra relacción. No fué hace un año en realidad cuando esto comenzó. Ni fué un poco antes. Ni algo después tampoco.
Hace más de un año nuestra relacción era de una forma y ahora es otra distinta. Sin fronteras visibles, sin límites precisos.
Pero, en cierto modo, ayer cumplimos un año. Pusimos ese pequeño hito en nuestra historia particular.