Mi compañero F. y yo tenemos gustos musicales distintos. Muy distintos.
Eso, en principio, está bién: Gente distinta, gustos distintos, variedad de caracteres, otras perspectivas, diversidad, bla bla bla...
Todo muy bonito.
Pero, si te digo que trabajamos todo el día en la misma pequeña habitación, ya empezarás a sospechar que la cosa se pone peliaguda.
Aún así, y salvo momentos puntuales, lo llevamos bién, y no hemos tenido que llegar a la agrasión física. Pero hoy la cosa ha alcanzado el límite de ruptura. Me temo que la tragedia nos acecha.
Hoy, ese bellaco vil e infame de mi compañero, aliado en criminal asociación con el traidor de Arkangel, me ha dado una sádica sesión de algo llamado Opera Chill Out.
Por si tienes la suerte de no conocer qué es eso, te diré que significa agarrar una obra maestra de la ópera (generalmente un aria de las más conocidas), deformarla con cambios de ritmo, reververaciones o distorsiones varias, e inyectarle sin compasión ritmos electrónicos, hasta derrumbar todo sentido musical concebible.
De verdad, es criminal. La O.N.U. debería intervenir.
Entiendo que a mucha gente no le guste la ópera. Pero esa no es una razón para torturarla de ese modo.
Cuando he oido lo que le han hecho a "Un bel di vedremo", que es probablemente el aria más hermosa (y famosa) de Madame Butterfly, me han dado ganas de estrangular a alguien. Es como lanzar ácido a los ojos de Sofía Loren.
Campanilla ha rescatado en su blog un divertido artículo con pruebas científicas a favor y en contra de la existencia de Santa Claus.
Desafortunadamente, la elegante lógica de ese artículo no tiene nada que hacer enfrentada ante las pruebas materiales y los hechos desnudos.
La verdad está ahí, insensible a nuestras esperanzas, para quien quiera verla.
Lo sé, es cruel, es triste, es horrible. Pero es así: Santa Claus murió en el año 2000.
Ya comenté ayer mi vengativo primer propósito de año nuevo. Este es el segundo, en la misma línea.
Voy a buscar las direcciones de todos los testigos de jehová de mi barrio.
Voy a dedicarme a visitarlos en horarios sádicos y a darles la paliza intentando convencerlos para que se pasen al ateísmo.
Voy a dejarles unas revistas aburridas en las que les explicaré las ventajas de celebrar los cumpleaños y de no dejar a tus hijos morir por falta de trasplantes, y en las que aparecerán imágenes de sonrientes familias multiraciales bebiendo cerveza y haciéndose transfusiones de sangre.
Voy a marcharme, tras horas de forzar su hospitalidad, prometiendo que regresaré pronto para comentar la lectura de "El Origen de las Especies".

Que dulce es el sabor de la venganza.
En las Bermudas, Coenobita clypeatus es un cangrejo con muchos problemas.
Su primer problema es que es un cangrejo ermitaño. Los cangrejos ermitaños tienen el abdomen muy blando, y usan conchas de moluscos para protegerse de posibles predadores.
Esto es bastante jodido cuando uno es un cangrejo. Hay que encontrar una concha de tu talla en la que puedas estar cómodo y seguro sin demasiadas apreturas...
Un Coenobita clypeatus de las Bermudas sin concha y con un predador por los alrededores es un cangrejo ermitaño muerto.
Su segundo problema es que es un cangrejo terrestre. Ser un cangrejo terrestre no tiene nada de malo, salvo que además seas un cangrejo ermitaño. Porque la concha entonces se vuelve estrictamente necesaria: La necesitas para mantener húmedas tus branquias.
Un Coenobita clypeatus de las Bermudas sin concha es un cangrejo ermitaño muerto, aunque no haya un predador por los alrededores.
Su tercer problema es que, en las Bermudas, solo existe una especie de molusco lo bastante grande para que su concha le sirva de algo a Coenobita: un caracol marino que responde al nombre de Cittarium pica.
Esto, como te imaginarás, reduce bastante las opciones del pobre cangrejo.
Un Coenobita clypeatus de las Bermudas sin concha de Cittarium pica es un cangrejo ermitaño muerto.
Pero, en definitiva, esto son problemas normales. La vida es dura.
El cuarto problema de nuestro Coenobita clypeatus de las Bermudas sí es un problema serio de verdad: No quedan Cittarium pica en las Bermudas desde hace más o menos cién años.
Cittarium pica se extinguió de las Bermudas porque la evolución lo había desarrollado como un caracol grande y apetitoso con una bonita concha. Y eso es un diseño muy malo cuando hay humanos en los alrededores a los que les gusta, entre otras cosas, comer caracoles y las conchas bonitas. Lo que demuestra que la naturaleza no es sabia
Si la naturaleza fuera sabia, el Coenobita clypeatus de las Bermudas habría evolucionado hacia, por ejemplo, la compra por catálogo de conchas marinas.
Pero no lo ha hecho. Hoy día sigue siendo tan dependiente de Cittarium pica como hace mil años.
¿Y como se las apaña?
Simple: Cittarium pica se ha extinguido, pero sus conchas siguen ahí.
Los último supervivientes de Coenobita clypeatus de las Bermudas sobreviven gracias a las conchas que dejaron abandonadas unos moluscos muertos hace cién años.
Como te puedes imaginar, lo tienen muy crudo.
La ecología es un sistema complejo y muy delicado, y a menudo es imposible predecir qué efectos tendrá un cambio en el equilibrio. Está mucho más allá de la imagen que hemos creado de equilibrios depredador-presa, y cada especie en un ecosistema concreto depende muy sutilmente de infinidad de factores y de muchas de las otras especies que le rodean.
Un cangrejo de las Bermudas se va a extinguir porque los caracoles resultaban apetitosos.
Cittarium pica se encuentra en diversos grados de peligro en casi todo el Caribe (y ya extinto en varios lugares, como hemos visto). A Coenobita clypeatus no le vá mucho mejor.
Lo que se siente en el pub "La Rocka" por el futbolín es verdadera devoción. Va más alla de la religión, la política o incluso el propio fútbol.
A ver, que si no es que no se entiende. El otro día había allí solo 14 personas, contando al camarero (Si, es que ese "el otro día" era un lunes).
Pues de esas 14 personas, tres NO estaban esperando turno para el futbolín.
Una de las razones por las que vamos allí es ese futbolín. Otra de las razones es la cerveza en jarra, pero de eso hablaré otro día.
Lo que pasa es es que, supongo que precisamente por esa devoción casi religiosa, los que juegan allí suelen ser muy buenos, con lo que acabamos jugando muy poco.
(Entonces nos vamos al "Van Gogh" que, a pesar de tener un futbolín peor, está más libre).
Mi problema es que soy muy malo a este juego.
Si, bastante peor de lo que te estás imaginando en este momento.
Un poco peor que eso.
¡Eh! ¡Tampoco tanto!
Mi tecnica de juego ha sido bautizada por F. como la "Tecnica del Mono Borracho".
La "Tecnica del Mono Borracho" es una sofisticada estrategia de juego, en la que se enlazan un cierto estado espiritual y mis habilidades personales con las circustancias ambientales y de juego, creando una sinergia estocástica de consecuencias fractalizantes.
Es decir, que consiste en mover los jugadores histericamente con la esperanza de golpear la bola y que esta, a veces, se mueva en una dirección más o menos correcta.
Se llama "Tecnica del Mono Borracho" porque, si tu agarras un chimpacé, lo emborrachas y lo pones a jugar al futbolín, lo haría de un modo bastante parecido.
Lo bueno de esta tecnica es que, cuando entra un gol, tú mismo eres el primer sorprendido.
Lo malo es que esto no suele ocurrir.
Pero, eso sí, nos reimos mucho.