Si, creo que ya lo he dicho más de una vez: Todo en la vida viene con fecha de caducidad. Y las cosas buenas (como, por ejemplo, las vacaciones) más aún.
Ya ha pasado más de un mes desde el último post: Me prometà unas vacaciones off-line y lo he cumplido.
Alguien me dijo hace pocoque ahora me tocaba blogear mis vaciones: Algo asà como la redacción que, de pequeño, te pedÃan en el colegio al mempezar el curso.
De modo que vamos allá:
Li y yo salimos mochila y tienda de campaña al hombro y nos subimos en un autobús para Ribadesella (Asturies), vÃa Madrid. Eso son unos ochocientos kilómetros, más o menos. Más horas de autobús de las aconsejables en cualquier caso.
Allà nos albergamos en un pequeño y económico camping al que, como es lógico, solo Ãbamos a la hora de dormir.
Son muchas y variadas las cosas que puede hacer un turista en Asturias, e incluyen, por ejemplo, las siguientes:
Pasear a caballo era una de las cosas que le habÃa prometido a Li para este verano, y al final lo hicimos por los alrededores de Ribadesella. Si nunca has tenido demasiada experiencia con caballos, ahà van algunos datos de interés:
Pese a que en las pelÃculas de vaqueros los indios disparaban flechas desde sus monturas, tomar fotografÃas desde un caballo en movimiento es una maniobra bastante más compleja de lo que, en principio, pudiera parecer.
Cuando un caballo trota, el jinete pasa más tiempo en el aire que sobre la silla.
Los caballos que se usan para pasear turistas son extremadamente dóciles y gobernables, siempre que sigas el camino que ellos quieren seguir.
La sidra es la bebida más famosa de Asturias.
Y, supongo, no hay nada más que comentar.
El descenso del rÃo Sella es una de las competiciones de canoas más conocidas del paÃs. El equivalente turÃstico es uno de los llamados deportes de aventura consistente, a grandes rasgos, en que unos tipos te llevan en coche rÃo arriba, te meten en una canoa, y te dicen: "Dentro de quince kilómetros te recojemos". A resultas de lo cual tú te pasas cinco horas dándole al remo.
He notado un curioso efecto de las canoas:
Los miopes que tratan de hacer el descenso del Sella con sus gafas puestas, y no usan ninguno de los adminÃculos que se venden para evitar que estas se alejen de su posición supranasal habitual, tienen un alto porcentaje de posibilidades de que, al volcar la canoa en un recodo particularmente dificil, estas acaben derfinitivamente perdidas en el fondo del rÃo y, previsiblemente, camino del mar cantábrico.
En el caso de que seas miope y lleves tus gafas sin el antedicho adminÃculo, te puedo dar otro consejo: Si ves un par de indicadores que dicen, respectivamente: "Ruta peligrosa" y "Ruta alternativa", deberÃas tomar la segunda opción.
Esta es la razón por la que, en la fotografÃa de arriba, no llevo las gafas puestas.
Afortunadamente, tengo unas gafas de sol graduadas, que me han hecho el apaño. Aunque con el handicap de que anochecÃa antes para mà que para el resto de la gente.
Al margen de este pequeño incidente, el "paseito" en canoa fué realmente espectacular. Es agotador, pero merece la pena.
Incluso cuando comenzó a llover torrencialmente y no se podÃa ver a través de la cortina de lluvia.
Los que gustan del nacionalismo tadicional, católico y legendario, suelen tener en muy alta estima al señor que, mirando al horizonte con gesto adusto, aparece en la foto de arriba.
El tipo en cuestión es Don Pelayo, quién, según cuentan, con la cruz en ristre venció a un impresionante ejercito de infieles en la batalla de Covadonga, allá por el 722 A.D. con la inestimable ayuda de La Virgen (lo que le valió la elevación de un santuario en una cueva cercana).
El caso es quedicen que, tras esta victoria, Don Pelayo comenzó en Cangas de OnÃs lo que serÃa el origen de la Cristiandad Española y el germen de la Reconquista.
Si contúas ascendiendo las montañas y dejas atrás santuarios y parafernalias cristianas, llegas al escepcionalmente bién cuidado Parque Nacional Picos de Europa y, más concretamente, a los lagos de covadonga. Paisajes espectaculares, vacas, antiguas explotaciones mineras, vacas, fauna, vacas, flora y, por supuesto, vacas por todas partes.
Toda esa zona es conocida como "la costa de los dinosaurios", por la gran cantidad de icnitas que se han encontrado en sus acantilados.
Algunas (como la de la imagen de arriba) son de un tamaño razonable. Otras, de grandes vegetarianos, son bastante mayores. Tanto que un Psicobyte puede sentarse dentro de ellas.
Aprovechando el tirón de las huellas esas, y como los dinosurios molan, los asturianos han montado en Colunga el Museo del Jurásico de Asturias (MUJA), cuya silueta vista desde el aire imita una de estas icnitas pero, desde tierra, parece un gigantesco wonderbra.
Dentro puedes encontrar lo normal en este tipo de museos: Piedras, fósiles, moldes de las huellas ya mencionadas, gigantescos esqueletos montados (Incluida una pareja de Tyranosaurus dedicados a actividades Ãnimas) y reconstrucciones de dinosaurios.
Fascinante.
para un tipo tan mediterráneo como yo, las mareas del mar cantábrico resultan francamente espectaculares.
Después de tantos kilómetros, y daodo que Li es tremendamente aficionada al mar, es evidente que debÃamos pasar nuestro dÃa de playa y remojarnos un poco (el agua no está tan frÃa como era de esperar), recoger conchas, mirar bichos, y todas esas cosas que se suelen hacer en estos casos.
Después de gastarnos un dineral en comprar los consabidos recuerdos para familiares y amigos, y aún más cargados de equipaje de lo que habÃamos salido, tomamos un autobús para Madrid. Tras la experiencia del viaje de ida, habÃamos decidido hacer el regreso en dos fases: Haciendo un dÃa de parada en Madrid para descansar en un hostal y aprovechar para hacer una visita al Zoo (Li querÃa ver los delfines, yo querÃa ver los osos).
Y esto es, más o menos, todo.
Mi segunda quincena de vacaciones la he empleado, básicamente, en tumbarme en la cama y dedicarme a eso que los italianos llamaron, tan descriptivamente, Il dolce far niente.
Ahora estoy de nuevo en el trabajo, de regreso al dÃa a dÃa.
Si, creo que ya lo he dicho más de una vez: Todo en la vida viene con fecha de caducidad. Y las cosas buenas (como, por ejemplo, las vacaciones) más aún.