Como sin duda ya sabes, hoy se celebra en todo el mundo la Pastabuena, víspera del Día del Santo Apéndice, la fiesta más importante del pastafarismo; una fiesta para disfrutar con familia y amigos.
Esta noche es cuando el Terrible Pirata Robert viaja por todo el mundo repartiendo regalos a la voz de "¡Como desees!"
Como es una fiesta para sentirse feliz y amable con los demás, y recordarnos que sentirse feliz y amable con los demás es algo que debería hacerse todos los días, aquí van, a modo de recordatorio, los ocho condimentos del evangelio pastafari:
El congreso esLibre 2023, que es ya la quinta edición de este encuentro de cultura libre, se celebra este año en Zaragoza, de la mano de las comunidades anfitrionas Vitalinux y migasfree.
Concretamente, se llevará a cabo durante los días 12 y 13 de mayo en Etopia, Centro de Arte y Tecnología de Zaragoza; y cuenta con un listado de charlas, ponencias y actividades de todo tipo que es, la verdad, bastante impresionante.
La asistencia es gratuita, pero, para poder asistir, es necesario inscribirse en su página de registro.
Lo organiza la gente de Darwin Eventur, que son muy apañaos, y con quienes ya he trabajado varias veces.
Me cuentan que aún quedan plazas libres.
El mundo Python está de celebración, porque hoy se publica oficialmente la versión 3.11 de este lenguaje de programación. Y, como soy un autor responsable y eficiente, los contenidos de mi libro El lenguaje de programación Python de principio a fin también están ya actualizados a esta última versión (a costa de hacerlo un poquito más gordo, me temo).
Aunque los cambios que trae esta versión quizás no sean tan espectaculares como los que vimos en Python 3.10 (que nos trajo, para empezar, todo el sistema de ajuste de patrones), sí que hay algunas cosas interesantes.
La principal novedad no es estrictamente algo relacionado con el lenguaje, y es que Python 3.11 (o, más exactamente, el intérprete CPython) es sensiblemente más rápido y eficiente que las versiones precedentes.
En cuanto a la sintaxis en sí, el cambio más notable es que se ha añadido la posibilidad de gestionar grupos de excepciones con "except*" (sí, acabado en asterisco), junto con las clases "ExceptionGroup" y "BaseExceptionGroup", que sirven para poder instanciar estos grupos.
Además, los mensajes que informan de las excepciones se han mejorado, y ahora pueden indicar gráficamente el punto exacto del código donde saltó la excepción, y no solo la línea, como hacían hasta ahora.
En todos los casos, las últimas versiones de Python han incluido alguna mejora en el sistema (opcional) de tipado; esta vez se han añadido nuevos tipos, como el tipo "Self" o la posibilidad de tipar cadenas literales.
Se han marcado como obsoletos algunos módulos de la biblioteca estándar que ya no tenían demasiada utilidad, y se ha añadido uno nuevo, "tomllib", para interpretar archivos TOML.
Y, como siempre, toda una serie de cambios y mejoras de menor importancia tanto en el Propio lenguaje, como en muchos de los módulos de la biblioteca estándar.
Pues, lo dicho: Feliz Python 3.11.
Ayer, La periodista Elisa Beni que, por lo visto, tiene fama de equivocarse mucho (al menos, tiene es fama entre ese tipo de tuiteros que se autodefinen como "políticamente incorrectos") hablaba en un debate televisivo con otros dos individuos del lema "Dios, Patria, Familia" que enarbola el partido de Giorgia Meloni, que acaba de ganar las elecciones italianas.
En el corte del vídeo parece que no le han dejado terminar lo que estaba diciendo, pero imagino que trataba establecer un paralelismo con otros lemas de la derecha, como el "Dios, Patria, Rey" (o "Fueros", o lo que corresponda) del carlismo español, o algo así.
Digo que no la han dejado terminar porque, inmediatamente, uno de sus interlocutores (que no sé quien es) la interrumpe afirmando entre burlón y paternalista que "Es el himno italiano". El otro periodista del debate (Carlos Cuesta) confirma automáticamente y sin asomo de duda esa información, diciendo que "Es el símbolo que les une a todos". Elisa Beni, claramente desconcertada, admite que no conoce el himno de Italia.
Este tipo de cortes son muy apreciados por por los medios, porque suelen tener un gran éxito en las redes sociales: El dato puntual, concreto y, a menudo, trivial, que rebate todo un argumento y deja en ridículo a la persona que lo sostenía. Es lo que ya se conoce como un "Zasca", y son enormemente más populares que cualquier argumentación compleja porque son mucho más simples y fáciles de asumir (¿Quién quiere leerse un folio de teoría política pudiendo limitarse a decir "Zasca"?) y porque alimentan en nuestro interior ese delicioso punto anti-intelectual de "darle su merecido" a esos pedantes que les gusta enrollarse y usar palabras difíciles.
El "Zasca" invoca al gilipollas que llevamos dentro.
Tanto es así que, en cuestión de minutos, Twitter (y, en menor medida, otras redes sociales) se ha llenado de cientos de comentarios burlándose de la ignorancia de Elisa Beni, que no conocía el himno de Italia.
Lo divertido de todo esto es que ese lema "Dios, Patria, Familia" no aparece en el himno italiano (ni ninguno remotamente parecido).
El cuñao paternalista del vídeo que ha corregido a Elisa Beni está equivocado, y resulta que es él el que no conoce el himno de Italia.
El listillo de Carlos Cuesta, que se apresurado a añadir lo del "símbolo que les une a todos" se ha tirado un farol, a ver si colaba, y tampoco conoce el himno de Italia.
Todos los mastuerzos que se han lanzado a burlares de la "ignorancia" de Elisa Beni han resultado ellos doblemente ignorantes, porque no sólo no conocían el himno de Italia sino que, para poder burlarse de alguien y alimentar un (obviamente inmerecido) sentimiento de superioridad han aceptado acríticamente lo que les decían, se lo han creído a pies juntillas, y ni se les ha ocurrido mirar en Wikipedia.
Y respecto a los supuestos periodistas que han publicado esta pseudo-noticia, mejor no comentar nada.
Y este caso concreto puede ser muy evidente e incluso divertido, pero debería servirnos de recordatorio de que la información en redes sociales se propaga en función de parámetros que no tienen nada que ver con la veracidad, y sí mucho con la emoción y la manipulación.
Las redes sociales propagan la estupidez de forma mucho más eficiente que la información.