Bajo el lema "La ciencia es aburrida. El arte es estúpido. Demuestra que nos equivocamos", la universidad de Princeton ha comvocado el concurso "El arte de la ciencia". El resultado es bastante interesante.
Vale. Estás harto de ver fractales arborescentes y vitaminas cristalizando bajo luz polarizada. Pero el caso es que son bonitas...
Llega el verano. Y con él el buén tiempo y las salidas al campo.
Lo cual quiere decir que empiezan a aparecer en este blog las invitables fotos de bichos.
Hace un par de fines de semana pasé la mañana con w en Sierra nevada, y cazamos (fotográficamente, se entiende) algunos ejemplares más o menos interesantes. Aquí tienes alguno de ellos:
Eumigus rubioi es un saltamontes endémico de Sierra Nevada, lo que quiere decir que no lo puedes encontrar en ningún otro sitio del mundo. Este es un ejemplar pequeño (de unos dos centímetros y medio), aunque puede crecer más (y, sobre todo, engordar más). Pese a que es capaz de saltar lo suficiente para poner nervioso a cualquier fotógrafo aficionado, sus alas se han reducido como una adpatación al frío, y no puede volar.
La plantita de delante es una Plantago radicata granatensis, subespecie también endemica de por aqui. Lo de detrás es el pié de w.
En torno a los años cicuenta, la Cabra Montés (Capra pyrenaica) estuvo a punto de desaparecer de la sierra (en realidad, de toda la península), pero la población se ha recuperado de modo que no es raro verlas. Además, al estar protegidas, no son demasiado desconfiadas y te permiten acercarte bastante a ellas.
Lagartija Ibérica (Podarcis hispanica) sobre un tronco. (La foto es de w)
Se nota cuando es el típico chaparrón de verano, porque la gente se queda unos instantes como atontada, mirando hacia arriba y sonriendo mientras se moja. Entonces es cuando la lluvia arrecia y todo el mundo comienza a correr buscando un refugio.
En el momento exacto en que te pones a cubierto deja de llover.
Hasta un niño de cinco años sería capaz de entender esto!... Rápido, busque a un niño de cinco años, a mí me parece chino.
Groucho Marx (Sopa de Ganso - 1933)
Este Groucho tiene un humor genial.
El toque terapeutico es una de las muchas medicinas "alternativas" que circulan por ahí. Como suele ocurrir con estas cosas, no existe ningún experimento ni investigación que fundamente su utilidad, más allá de la propia creencia de sus defensores.
La idea de estos defensores es más o menos la que sigue:
Una persona convenientemente entrenada es capaz de sentir el aura de los pacientes con tan solo acercar sus manos a ellos, sin llegar a tocarlos, lo que les permite percibir qué males les aquejan.
Una vez detectada la enfermedad, solo hay que "transmitir" la energía del sanador al paciente para, manipulando este aura, curarle.
Supongo que, para que todo este dislate tuviera un mínimo de fundamento, habría que demostrar antes alguna cosilla como, por ejemplo, que existe el aura, que las enfermedades se reflejan en ella, que es percibible por el tacto, que se puede manipular y que esa manipulación puede ser curativa. Naturalmente, nada de esto está demostrado.
De hecho es algo bastante difícil de demostrar. Si un tipo te dice que una persona sensitiva puede percibir el aura y tú le pides pruebas, te responderá, probablemente, que tú no eres "sensitivo".
Y, sin embargo, en 1996, Emily Rosa diseñó un sencillo experimento para validar si, relamente, los practicantes del "toque terapeutico" detectan el aura o lo que sea.
El montaje era más o menos el siguiente:
Una mesa con sillas en lados opuestos, dividida por una pantalla compeltamente opaca con dos aberturas por las que intriducir las manos.
El "terapeuta" se sentaba en una de las sillas e introducía las manos por las aberturas (que se cubrían con una tela para evitar que pudiese ver el otro lado) con las palmas hacia arriba.
En la otra silla se colocaba Emily que, aleatoriamente (lanzaba una moneda) situaba su mano sobre una de las del "terapeuta", sin tocarlo. Este debía detectar el aura (o lo que sea) de Emily y decir si su mano estaba sobre su izquierda o su derecha.
Simple ¿Verdad?
Una persona que no detectase nada tendría una probabilidad, por simpe azar, del 50%. Para que los resultados fueran estadísticamente relevantes, se hicieron varias sesiones de pruebas con 16 "terapeutas" voluntarios.
¿El resultado? Un promedio de aciertos ligeramente menor al 50%. Allí nadie había detectado nada.
Emily Rosa se hizo bastante famosa por su trabajo: Fué invitada a repetir su experimento ante las cámaras de televisión y consiguió algunas becas y, lo que es más importante, publicar su investigación en la revista de referencia Journal of the American Medical Association.
El publicar en una revista como esta le sirvió también para aparecer en el libro Guiness de los records como la inverstigadora más joven que jamás ha publicado en una revista científica.
Supongo que Emily Rosa no podía imaginar donde iría a parar todo esto mientras efectuaba su experimento como un simple trabajo para la escuela en 1996, a la edad de nueve años.
En estos dos días me he quedado francamente impresionado. Y muy gratamente, dicho sea de paso.
Todo el mundo sabe que los blogeros tenemos una cierta tendencia a hacer causa común por cualquier tontería, pero no creo que esta sea la única explicación de lo desmesurado de este caso.
Supongo que hay un cierto punto de autodefensa. Hoy me ha ocurrido a mí, y mañana puede pasarle a cualquier otro. Mejor es ir haciendo notar que no es tan fácil ignorar a un blogero como podría parecer.
Supongo, en fín, que cada cual tendrá sus motivos.
Sean cuales sean las razones, quiero agradecer a todos el increible apoyo que me han mostrado. No es modestia (ni de la falsa ni de la de verdad), pero no esperaba algo como esto. No creo que me haya sentido más respaldado en ningún otro momento de mi vida: Blogeros, barrapunteros, lectores, comentaristas, visitantes, foreros... No podría hacer una lista exhaustiva de todos ellos, y no tengo intención de hacerla. De modo que te lo agradezco personalmente a tí.
Sin tí, sin la presión moral de tanta gente, seguramente aquí no habría pasado nada. Mi amor propio se vería levemente abollado, quizás escribiese algún artículo resentido quejándome de lo cruel que es la vida del blogero, pero habría seguido con mis posts y, de vez en cuando, daría el coñazo en las reuniones de amigos con frases como "¿Os he contado lo de la vez que me plagiaron?"
He escrito un par de correos a La Verdad y no me han respondido a ninguno de ellos. Entiendo que deben recibir una montaña de correspondencia diaria y se habrán perdido, y que, de todos modos, no tenían garantía alguna de que el remitente fuese realmente yo. De todos modos, dados los comentarios que he recibido por personas que dicen ser Javier Marín Ceballos y José María Esteban Ibáñez (y no tengo razones para dudar de su buena fe), no me parece necesario insistir en ello.
Doy por válida la explicación de este desaguisado que da Javier Marín Ceballos en un comentario a mi post de protesta, y que copio a continuación:
Hola, soy Javier Marín Ceballos, el culpable de toda esta justificada indignación.
Lo primero que quiero hacer es pedir disculpas a Psicobyte, que desconocía que fuera el autor de un excelente texto que a mí me llegó como anónimo en un correo electrónico que provenía de una cadena de sucesivos emails. Lo que demuestra que la idea era muy buena y digna de ser divulgada, y, por supuesto, citada.
Yo estaba en esos momentos preparando un artículo sobre el mismo tema (tan candente y necesitado de apoyos) y desde un punto de vista semejante. Llevaba escrito una buena parte y decidí incorporar unos párrafos de ese texto pues creía que valía mucho la pena propagar la idea que en él se desarrollaba de ponerse en el lugar del otro para poder conocer su posición y su realidad antes de juzgarlo. Como el texto era muy largo, hice una síntesis de los que, a mi entender, eran los mayores aciertos. Eso ocurría a partir de la línea 41 de mi artículo, y lo presentaba como una hipotética conjetura. En un momento puse que 'circulaba como la pólvora de correo electrónico en correo electrónico' pero, al ver que me había pasado con creces de las 600 palabras permitidas, fui borrando frases y esta fue, desgraciadamente (no saben cuanto lo lamento) una de las quité (se aprecia claramente un error gramatical motivado por este corte). Marqué el texto incorporado en cursiva, como una forma de cita (aunque desconociera al autor) y acoté el final de los fragmentos integrados con una frase que pretendía indicar que se acababan las comillas: 'Fin de la conjetura'. Despedí el artículo en dos líneas pues ya había agotado todo el espacio, y también el tiempo que me quedaba para enviarlo. Y lo envié al periódico, que sin sospechar que acarreara ningún problema y que está exonerado de toda culpa.
Yo esperaba recibir palos de la Iglesia, a la que criticaba por haberse metido en política y, además, aliada con los sectores más reaccionarios (pueden ver el artículo completo en http://servicios.laverdad.es/murcia/pg050614/prensa/noticias/Articulos_Murcia/200506/14/MUR-OPI-136.html), y justo los recibo del lado del que menos lo esperaba, pues con las prisas, y al no releer, no me di cuenta de que cometía un error muy grave: incorporar unos textos que me parecieron lúcidos e inteligentes y dignos de ser divulgados, pero sin indicar que esos párrafos eran de un autor que aunque desconocía su identidad, no era yo (la cursiva desapareció en la edición impresa y las urgencias me impidieron releerlo con la atención suficiente para darme cuenta de que la referencia a su origen -vía cadena de emails- no debí haberla borrado.
Pido disculpas de nuevo al autor, Psicobyte. Declararé en el periódico y donde sea necesario que él es el autor de esos textos originarios (y originales). Pido también disculpas a todos los lectores y escritores de su solidaria Blog, que no conocía, por mis escasas dotes de navegador.
Sólo quiero añadir que no soy ningún bicho raro. Sólo soy, como muchos de vosotros, un escritor pluriempleado que había conseguido, después de mucho esfuerzo, una columna en un periódico y que, sin ninguna intención, ha metido la pata, al citar mal un texto que creía perteneciente a ese paradójico anonimato de internet, con la finalidad de difundirlo. Yo, que he sido siempre un defensor de los derechos de propiedad intelectual, he aprendido con este lamentable incidente que, detrás de todo texto, por muy virtual que sea su origen y por anónimo que parezca, hay siempre un autor que se ha dejado la piel luchando contra la nada del papel en blanco, y que, siempre, siempre, hay que buscarlo, y presentarlo como tal.
Lamento enormemente lo ocurrido. Nunca jamás me volverá a pasar.
Sin resentimiento de ninguna clase. Creo firmemente en que cometió un error y en su disposición a subsanarlo.
Le agradezco, por último, su sinceridad y su buena disposición.
En lo que a mí respecta, doy este incómodo asunto por zanjado.
Por último, algunas precisiones:
No creo ni he creído en ningún momento que este caso sea una vulneración de la licencia CC. Si no hubiese tenido esa licencia, los téwrminos de mi protesta hubiesen sido los mismos, o quizás más duros. La licencia CC está concebida para permitir la copia en unas condiciones razonables. Solo hice mención a ella para mostrar que lo que me molestaba no era que se me copiase, si no que se atribuyesen mi trabajo.
No creo que se haya vulnerado la clausula que obliga a distribuir los trabajos derivados bajo la misma licencia si la intención de Javier Marín Ceballos era (como él dice y yo le creo) simplemente citar el texto.
Estos detalles de las licencias Creative Comons me parecen muy interesantes, pero mejor los hablamos cuando esto se haya calmado un poco.
Afirmo para finalizar, y para que no quede resquicio de duda alguno, que creo sinceramente las palabras de Javier Marín Ceballos en el sentido de que no fué plagio sino error, y que, en cualquier caso, no fué intencionado. Y para reafirmarme en esta creencia lo pongo como título de este post.
(Esto es un añadido de última hora)
No, yo no soy Javier Marín Ceballos. Tampoco soy un trilobite.
La forma más fácil de comprobar ambos extremos es pasarse el sábado por la kedada bloguera que tenemos prevista en Granada el sábado que viene (cerveza y tapitas, cada cuál se paga lo suyo).
Para comprobar que no soy un trilobite solo tienes que fijarte en que soy un mamífero, y que carezco de los menores rasgos artropodianos.
Para ver que no soy Javier Marín Ceballos (que también es un mamífero) tendrás que preguntar un poco...