Un sábado de julio por la tarde en Granada puede ser tremendamente caluroso.
Si, además, vais cuatro personas en un coche (que ha estado aparcado al sol) sin aire acondicionado, la palabra "sofocante" no llega a describir en toda su extensión la sensación que tienes.
Afortunadamente, Granada dispone de diversas instalaciones públicas tan decorativas como prácticas que, pese a no estar expresamente concebidas para estos fines, sí pueden ser efectivamente aplicadas al uso veraniego. Para recuperar espacios ciudadanos de una forma agradable y refrescante, solo hay que seguir los siguientes pasos:
Escoje una fuente pública lo más amplia posible con agua limpia y, a ser posible, que esté en circulación.
En la rotonda que hay cerca del palacio de deportes (sí, justo al lado de la comisaría), hay una que resulta ideal para estos menesteres.
Deshazte de teléfonos móviles y cualquier otro aparato electrónico o que pueda verse afectado por el agua.
Quitate el calzado y cualquier exceso de ropa que pueda resultarte incómodo (cada uno elige el punto medio entre su comodidad y su pudor).
Mojate, que para eso hemos venido.
Si, además, vas aconpañado de tres deliciosas sirenas urbanas tan hermosas como Y, Li, y la rubia, puedes añadir el goce estético a la ya de por sí agradable situación.
Cuando ya esteis hartos de agua, será conveniente buscar un sitio soleado donde secarse al sol y la brisa de la tarde.
Pero, sobre todo, lo más importante es que todo esto sea improvisado y espontáneo.
Granada, en verano, puede ser un infierno. Pero también tiene sus cosas buenas, sobre todo si estás bién acompañado.
Bajo el lema "La ciencia es aburrida. El arte es estúpido. Demuestra que nos equivocamos", la universidad de Princeton ha comvocado el concurso "El arte de la ciencia". El resultado es bastante interesante.
Vale. Estás harto de ver fractales arborescentes y vitaminas cristalizando bajo luz polarizada. Pero el caso es que son bonitas...
Llega el verano. Y con él el buén tiempo y las salidas al campo.
Lo cual quiere decir que empiezan a aparecer en este blog las invitables fotos de bichos.
Hace un par de fines de semana pasé la mañana con w en Sierra nevada, y cazamos (fotográficamente, se entiende) algunos ejemplares más o menos interesantes. Aquí tienes alguno de ellos:

Eumigus rubioi es un saltamontes endémico de Sierra Nevada, lo que quiere decir que no lo puedes encontrar en ningún otro sitio del mundo. Este es un ejemplar pequeño (de unos dos centímetros y medio), aunque puede crecer más (y, sobre todo, engordar más). Pese a que es capaz de saltar lo suficiente para poner nervioso a cualquier fotógrafo aficionado, sus alas se han reducido como una adpatación al frío, y no puede volar.

La plantita de delante es una Plantago radicata granatensis, subespecie también endemica de por aqui. Lo de detrás es el pié de w.

En torno a los años cicuenta, la Cabra Montés (Capra pyrenaica) estuvo a punto de desaparecer de la sierra (en realidad, de toda la península), pero la población se ha recuperado de modo que no es raro verlas. Además, al estar protegidas, no son demasiado desconfiadas y te permiten acercarte bastante a ellas.

Lagartija Ibérica (Podarcis hispanica) sobre un tronco. (La foto es de w)
Se nota cuando es el típico chaparrón de verano, porque la gente se queda unos instantes como atontada, mirando hacia arriba y sonriendo mientras se moja. Entonces es cuando la lluvia arrecia y todo el mundo comienza a correr buscando un refugio.
En el momento exacto en que te pones a cubierto deja de llover.
Hasta un niño de cinco años sería capaz de entender esto!... Rápido, busque a un niño de cinco años, a mí me parece chino.
Groucho Marx (Sopa de Ganso - 1933)
Este Groucho tiene un humor genial.
El toque terapeutico es una de las muchas medicinas "alternativas" que circulan por ahí. Como suele ocurrir con estas cosas, no existe ningún experimento ni investigación que fundamente su utilidad, más allá de la propia creencia de sus defensores.
La idea de estos defensores es más o menos la que sigue:
Una persona convenientemente entrenada es capaz de sentir el aura de los pacientes con tan solo acercar sus manos a ellos, sin llegar a tocarlos, lo que les permite percibir qué males les aquejan.
Una vez detectada la enfermedad, solo hay que "transmitir" la energía del sanador al paciente para, manipulando este aura, curarle.
Supongo que, para que todo este dislate tuviera un mínimo de fundamento, habría que demostrar antes alguna cosilla como, por ejemplo, que existe el aura, que las enfermedades se reflejan en ella, que es percibible por el tacto, que se puede manipular y que esa manipulación puede ser curativa. Naturalmente, nada de esto está demostrado.
De hecho es algo bastante difícil de demostrar. Si un tipo te dice que una persona sensitiva puede percibir el aura y tú le pides pruebas, te responderá, probablemente, que tú no eres "sensitivo".
Y, sin embargo, en 1996, Emily Rosa diseñó un sencillo experimento para validar si, relamente, los practicantes del "toque terapeutico" detectan el aura o lo que sea.
El montaje era más o menos el siguiente:
Una mesa con sillas en lados opuestos, dividida por una pantalla compeltamente opaca con dos aberturas por las que intriducir las manos.
El "terapeuta" se sentaba en una de las sillas e introducía las manos por las aberturas (que se cubrían con una tela para evitar que pudiese ver el otro lado) con las palmas hacia arriba.
En la otra silla se colocaba Emily que, aleatoriamente (lanzaba una moneda) situaba su mano sobre una de las del "terapeuta", sin tocarlo. Este debía detectar el aura (o lo que sea) de Emily y decir si su mano estaba sobre su izquierda o su derecha.
Simple ¿Verdad?
Una persona que no detectase nada tendría una probabilidad, por simpe azar, del 50%. Para que los resultados fueran estadísticamente relevantes, se hicieron varias sesiones de pruebas con 16 "terapeutas" voluntarios.
¿El resultado? Un promedio de aciertos ligeramente menor al 50%. Allí nadie había detectado nada.
Emily Rosa se hizo bastante famosa por su trabajo: Fué invitada a repetir su experimento ante las cámaras de televisión y consiguió algunas becas y, lo que es más importante, publicar su investigación en la revista de referencia Journal of the American Medical Association.
El publicar en una revista como esta le sirvió también para aparecer en el libro Guiness de los records como la inverstigadora más joven que jamás ha publicado en una revista científica.
Supongo que Emily Rosa no podía imaginar donde iría a parar todo esto mientras efectuaba su experimento como un simple trabajo para la escuela en 1996, a la edad de nueve años.